Almacenamiento de maíz en tambor de acero forrado de madera DIY

La vida en armonía con la naturaleza puede ofrecer sorpresas inesperadas, incluso en la cotidianidad. Tener la oportunidad de observar la fauna salvaje que nos rodea puede ser tanto emocionante como revelador. En este relato, la interacción con los ciervos y la necesidad de prepararse para el futuro se entrelazan en una experiencia que va más allá de lo simple, tocando temas de sostenibilidad y autosuficiencia.

En una noche cualquiera, Kari, con entusiasmo, compartió que había visto ciervos en el comedero para ardillas. Ambos, aunque con diferentes perspectivas, comparten una apreciación por estos majestuosos animales. Mientras Kari los admira por su belleza, su esposo los ve como una fuente potencial de alimento. Esta dualidad de pensamientos resalta cómo a menudo nuestras prioridades pueden diferir, aunque el amor por la naturaleza sea un hilo común que los une.

Un comedero para ardillas que se convierte en un refugio para ciervos

El comedero para ardillas no siempre tuvo esa función; originalmente fue diseñado para sostener un bloque de sal destinado a los ciervos. Sin embargo, con el tiempo, los ciervos dejaron de mostrar interés por el salero. En cambio, el lugar se transformó en un punto de encuentro para ardillas, quienes se deleitaban con el pan rancio que se les ofrecía. La escasez de alimento en los meses más fríos llevó a los ciervos a acercarse, desesperados, en busca de algo para comer.

Kari observó que uno de los ciervos tenía una discapacidad en una de sus patas delanteras y estaba embarazada. Esta situación hizo que ambos se dieran cuenta de que estaban a punto de asumir una nueva responsabilidad: alimentar a un ser que, por su condición, requería más atención y cuidado.

La decisión de alimentar a los ciervos

Con la intención de ayudar a los ciervos, Kari compró un costal de 40 libras de maíz, pero pronto se dio cuenta de que se necesitaba más alimento. La rápida desaparición del maíz entre ciervos, ardillas y pavos llevó a Kari a buscar soluciones más efectivas. Fue entonces cuando surgió la idea de utilizar el maíz que había almacenado desde 2016.

El maíz, considerado un recurso valioso no solo por su costo, sino también por su alto contenido calórico, se convirtió en un salvavidas en momentos de necesidad. Con más de 400 calorías por libra, un saco de 250 libras podía sustentar a dos personas durante 50 días. Este razonamiento llevó a la familia a considerar no solo el acto de dar, sino también la importancia de la preparación ante situaciones imprevistas.

El surgimiento de un plan de supervivencia

Antes de 2016, el autor no se consideraba un “prepper”; su vida transcurría con la esperanza de que la sociedad permaneciera estable. Sin embargo, dos eventos significativos lo hicieron replantear esta visión. La lectura de la novela Patriots de James Wesley Rawles le abrió los ojos a la posibilidad de un colapso social, mientras que la polarización política durante las elecciones presidenciales de ese año avivó sus temores sobre el futuro.

Fue así como, en mayo de 2016, se sentó a escribir su primer «Plan de Supervivencia». En su lista inicial, incluyó elementos esenciales como fuentes de proteínas, herramientas, y, notablemente, un suministro de maíz, lo que marca el inicio de su camino hacia la autosuficiencia.

La solución de almacenamiento: tambor de acero forrado de madera

El almacenamiento adecuado del maíz se convirtió en una prioridad. El autor identificó que, si el maíz se guardaba en bolsas, corría el riesgo de ser infestado por roedores o dañado por la humedad. La solución que encontró fue un tambor de acero forrado con madera, que permitiría mantener el maíz en condiciones óptimas.

  • Forro de madera: Previene la condensación interna.
  • Acero: Sella el tambor, protegiendo contra roedores y humedad.
  • Uso de hielo seco: Al sellarlo, el dióxido de carbono mata a los insectos.

Adquiriendo el tambor adecuado

En su búsqueda de un tambor adecuado, el autor encontró una oferta en Facebook Marketplace: un fabricante de caramelos en su área vendía tambores de acero de 55 galones por $8 cada uno. Estos tambores, que anteriormente habían sido utilizados para transportar un recubrimiento de sartén, representaban una oportunidad perfecta para su proyecto.

Construcción y forrado del tambor

Una vez adquiridos los tambores, comenzó a prepararlos. Cortó un círculo de madera contrachapada y colocó tableros de pino alrededor del tambor, creando un forro que protegería el maíz. Con una planificación cuidadosa, logró almacenar cerca de 280 libras de maíz, superando su estimación inicial.

La tapa del tambor fue diseñada en tres piezas, lo que facilitó su manejo. Esta elección no solo permitió un acceso más práctico, sino que también se adaptó a los materiales disponibles, mostrando así la importancia de la improvisación en proyectos de este tipo.

Sellando y almacenando el tambor

Antes de sellar el tambor, el autor había planeado usar hielo seco para eliminar a los insectos. Sin embargo, una ola de frío inesperado le llevó a optar por una solución alternativa: confiar en que el frío intenso serviría para eliminar cualquier plaga. Tras cerrar el tambor, se olvidó de él hasta que la necesidad de alimentar a los ciervos resurgió.

  • Prevención de corrosión: Colocó el tambor sobre bloques de cemento.
  • Almacenamiento seguro: Usó materiales de desecho para cubrir el tambor, manteniéndolo protegido.

Revisando el contenido del tambor

Después de varios años, al abrir el tambor, el autor se sorprendió al encontrar el maíz en perfectas condiciones. A pesar del peso y el tiempo, no había signos de plagas ni deterioro. Comenzó a transferir el maíz a cubos, notando la buena salud del grano, que rápidamente atrajo a los animales salvajes de la zona.

El maíz no solo ayudó a los ciervos, sino que también se convirtió en un punto de atracción para pavos y ardillas, demostrando cómo un simple tambor puede ayudar a sostener la vida silvestre en el entorno doméstico.

Reflexiones sobre la autosuficiencia

La experiencia de almacenar maíz en un tambor forrado de madera demuestra la efectividad de los métodos tradicionales de conservación. No solo se logró preservar el maíz de forma segura, sino que también se fomentó una conexión más profunda con la naturaleza y la vida silvestre que los rodea.

La preparación y la autosuficiencia no son solo una tendencia, sino una forma de asegurar que, en tiempos de necesidad, uno puede contar con recursos propios. Este relato es un recordatorio de que, al final, la autosuficiencia puede ser la clave para enfrentar las adversidades que la vida nos presenta.

La historia de un tambor de acero que guarda maíz se convierte así en un símbolo de preparación, cuidado y conexión con el mundo natural, invitando a la reflexión sobre cómo cada uno de nosotros puede hacer su parte en la preservación de la vida, y la importancia de estar listos para lo inesperado.

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